A lo largo de la historia,
hemos sido testigos del amor entre miles de personas, historias que nos han
ganado, nos han ilusionado y que hemos escuchado una y otra vez, pero como todo
en la vida, hay una parte de luz y otra, que está un poco más oscura. Todos
nos hemos enamorado pero a todos nos han roto el corazón. Creo que sufrir por
amor es una de las peores enfermedades que el ser humano puede tener, porque no
sabes cuándo vas a estar curado, cuándo el corazón se va a volver a construir, ni
cuándo vas a estar preparado para volver a enamorarte. Esta es la historia de
Laura y Petrarca, un amor prohibido.
El poeta conoció a Laura de Noves en su
estancia en Avignon (Francia, 1327), mientras ella, una joven católica, se encontraba
rezando en la Iglesia de las monjas de Santa Clara, de dicha localidad.
Petrarca se enamoró desde el primer momento, su amor era tan puro que le
inspiró a escribir: Laura se había convertido en su musa, y sin saberlo ninguno de los
dos, estaban creando los sonetos más importantes del momento y de la
historia de la literatura. Petrarca se convirtió en pionero de la poesía
amorosa en Europa.
El poeta recibió muchas críticas,
ya que el amor en Laura provocó que estuviera distante hacia su amor por
Dios. Al final como dicen, “el amor es ciego”, tan ciego que le apartó de la
realidad, idealizando a su amada, impresionado por su belleza: su cabello
rubio, su cuello de nieve y el suave sonrosado de mejillas, según nos
ilustra en el XV soneto. Sin embargo, el drama de esta historia es que su amor
no era correspondido, Laura estaba comprometida con Hugo de Seda.
Una vez que, ella se entera del
amor de Petrarca, se echaba el velo siempre que lo veía. Petrarca destrozado,
sufrió tanto de amor que al final, se lo dio a quien siempre estaba ahí cuando
acudía: Dios. Pero no fue suficiente, Petrarca no podía soportar como ella le
evitaba, así que decidió regresar a Italia, donde años más tarde se casó. No
sabemos el nombre de esta dama, pero sí tenemos constancia de que tuvo dos
hijos.
Seguramente, ahora os estaréis
preguntando qué fue de ellos, y por supuesto, la historia no termina aquí.
Laura y Petrarca se volvieron a ver en 1347, ambos ya envejecidos, como viejos
amigos. En aquel encuentro, ambos tenían la sensación de que iba a ser el
último, y así fue. Un años después, Petrarca tuvo una aparición en sueños con
Laura y a la mañana siguiente se enteró de que, el gran amor de su vida, el
motivo de sus grandes obras, su musa, su donna angelicata, había fallecido a
causa de la peste negra. Y, una parte de él, en ese instante, también lo hizo.
Podemos encontrar en muchos
libros o artículos que Laura no existió, pero ¿Quién somos nosotros para negar
el amor de alguien? A lo mejor, Laura no era una persona, sino una sensación o
un pensamiento que se ha ido alimentando y creciendo a lo largo de la historia,
no lo sé, pero lo que si sé, es que el amor existe y, a veces, duele, porque
hasta los malos se enamoran.
Petrarca e Laura (Familiari). Recuperado de https://altritaliani.net/petrarca-e-hafez-il-rapporto-tra-anima-e-corpo-visto-dai-due-massimi-lirici-delloccidente-e-delloriente/ (05/12/20)
Bibliografía:
Juan Pablo. (2016): Francisco
Petrarca y Laura de Noves. Historias de amor. Recuperado de http://historiasdeamorapasionado.blogspot.com/2016/07/francisco-petrarca-y-laura-de-noves.html (03/12/20)
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